Felipe Quiñones

Las pinturas de Felipe Quiñones surgen de la confluencia entre el control depurado de la figuración y el azar de la mancha experimental. El análisis previo del encuadre, mediante bocetos y referencias fotográficas, permite al artista resolver las relaciones formales y conceptuales entre figura y fondo. El resultado es la exaltación  figurativa, en atmósferas que parecieran desbordar los límites que impone el formato material.

La figuración es de un detallado y controlado oficio pictórico, que utiliza diversas densidades de materia para producir luminosidades de claroscuro y contraluz, entre otras. Las formas aparecen delineadas en base al contraste zonal, como también transfiguradas de manera dinámica y gestual hacia fondos neutros o de intensidades cromáticas de la dualidad  frío – cálido. La condición dinámica de los cuerpos, así como la neutralización de la perspectiva en pos de lo ambiguo y etéreo establecen claras relaciones con el Barroco y artistas tales como Rembrandt y Velásquez, referentes iconográficos de Felipe Quiñones.

El artista plantea los aspectos centrales que rigen su trabajo, cuando señala, en sus propias palabras: “A lo largo de mi carrera he intentado transitar por mis propias introspecciones derivadas de mi entorno social y de desarrollo como persona y artista, estas se han visto representadas con mayor consciencia a lo largo de mis últimas obras evocando mi propia reflexión y necesidad de dialogo conmigo mismo. Creo que cada obra responde a esta relación y busca su interacción con el receptor acercándolo simbólicamente a la imagen de donde revelo de alguna forma el proceso de mutabilidad vivido.

Las figuras representan situaciones en disyuntiva, donde ideas formuladas desde los recuerdos actúan entorno a tomar decisiones que determinaran los actos de estos asociando la percepción subjetiva en situaciones límites con momentos a temporales.

Me interesa generar una tensión en la imagen usando los elementos plásticos de la pintura, la mancha, la luz, el esgrafiado, la impronta, el color, a partir de ahí conjugar desde la intrínseca expresividad del acto. Una vez estabilizada la imagen desde las formalidades de la pintura naturalista comienzo a deconstruir la obra hasta reivindicar el error, no buscándolo desde el juego lúdico sino mas bien apelando al material, a la materia orgánica como expresión misma, hasta mutar el material llevándolo más allá de la pasiva imagen a representar sino a otorgarle a la percepción proyectada del material la mediación de la ambigua situación de disyuntiva.”

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