ABRIL – MAYO 2018
La xilografía, y el grabado en general, conllevan un fuerte espíritu de colaboración entre sus cultores, artistas contemplativos y de intensa vida interior, que reinterpretan el mundo en sus luces y oscuridades. En la comunidad de maestros y aprendices, el rito gráfico convoca una y otra vez al blanco y negro que habitan en las matrices de maderas, linóleos y metales.
La exposición de grabados “En Memoria”, del artista Cristian Castillo Bascuñán, hace palpable la invaluable experiencia que un grabador obtiene de sus pares. La serie de xilografías en exhibición constituyen un ejercicio de tributo y relectura del imaginario de Santos Chávez (1934 – 2001), pastor de ovejas y xilógrafo de los paisajes sureños y sus equilibrios originarios, con quien Castillo trabajó como impresor en el periodo 1998 – 2000. Para ello, el artista retoma en clave porteña las constantes estéticas de Chávez: la evocación de la Naturaleza y sus fuerzas primigenias, los oficios del pueblo, la belleza tranquila de hombres y mujeres del pueblo mapuche, entre otros.
En este desplazamiento estético de cordillera a mar, gubias y partidores permiten al artista construir el relieve y la geografía de la matriz xilográfica. Con paciencia y concentración, el grabador frota una cuchara sobre el papel que se ha adherido a la matriz previamente entintada. Así, la cuchara provee el alimento estético y nos remite a las palabras de Chávez, cuando señala: “Yo soy una persona que trabaja y se alimenta con la misma herramienta”
Una vez impresos en el papel, los surcos devienen en líneas y planos, atmósferas de grafismos sutiles, que tributan a la brisa sinuosa y los cuerpos ingrávidos de Chávez, partícipes de una cosmovisión panteísta, en que lo eterno aflora en el Sol, la Luna, la montaña, tras los rostros y sus gráciles sonrisas.
La obra de Castillo no es fácil y su figuración, en palabras del artista, pretende incomodar al espectador. En este sentido, su relectura de Chávez va más allá del tributo, y rescata el valor que tuvo su mentor, quien fue capaz de poner en circulación imágenes de mapuches, campesinos y la clase obrera, superando de paso la constante oposición del establishment cultural de su época, que no concebía este imaginario, como tampoco a un artista nativo.
En esta ampliación del campo de batalla, la tranquilidad de la escena solo es aparente. Variantes iconográficas, la utilización de textos en mapudungun y una figuración sutilmente crispada, permiten reconocer el estilo transgresor del artista porteño. La Naturaleza como espacio de comunión es ahora botín de una absurda depredación. La flora y fauna sureña es reemplazada por las sierras del litoral central. En comunión con el astro solar, duplicados o en ordenadas columnas, los pescados exhiben la paradójica sonrisa del objeto de consumo, en un mar que refiere a lo cinético y a la expansión de lo artificial.
Los grabadores parecen seres nacidos en noches luminosas, cuya mirada captura la belleza y dignidad de los oprimidos, de aquellos que habitan fuera del encuadre, en los extramuros de la cultura. “En Memoria” nos habla de recuerdos y experiencias vitales, de las huellas e improntas, del alma y el cielo azul, de gubias y cucharas desperdigadas en los bosques de Santos Chávez y las costas de Cristian Castillo.