Dicen que “una golondrina no hace verano”. El retorno de un sólo ángel tampoco nos devolverá al paraíso. Cuando se separaron los amantes perdimos el paraíso, porque los amantes son nuestra patria de origen. Un tercio de los ángeles se perdió en ese cataclismo invisible. A partir de ahí se originó el mundo tridimensional tal como lo conocemos y todo el mundo que vemos sucedió para que se vuelvan a encontrar los amantes. El ángel -el andrógino- representa el último testigo de ese dolor original.
Todo es Eros, o mejor dicho, Eros es la energía que mueve al mundo. Esto ahora lo sé pero antes no lo sabía. Antes, a los 30 años, creía que el dinero era la energía que movía al mundo (tal como cantaba Liza Minnelli en la película “Cabaret”) y a los 20 pensaba que era Cristo el que movía el mundo. A los 10 pensaba que era Pelé y a los 5 creía que era mi mamá la que movía el mundo. Ahora todo lo que sé es que un día se encontrarán los amantes.
En los íconos bizantinos el ángel fecunda a María por el oído. El ángel -el andrógino- toma el laurel de la veneración y no la espada de sangre. Ellos pintaron para que el mito no se perdiera. Por eso es que quiero volver por un segundo al oro de los bizantinos, buscar ahí en el andrógino alado su huella en las marismas. Sólo en las marismas podríamos nosotros dejar nuestras huellas. Mi idea es llegar por ahí a la patria de los amantes. Después de los bizantinos, los ángeles dejaron de ser ángeles, se desvanecieron, se descristalizaron y nosotros perdimos la única señal que teníamo
s a nuestra patria de origen. A veces un ángel retorna a nuestro mundo contemporáneo, nos mira y nos mira hasta que vuelve a desaparecer sin decirnos nada.